Adicciones en la Productividad

 El acercamiento a las drogas o el alcohol se lo encuentra tradicionalmente relacionado con el descarrilamiento del individuo, pero actualmente la demanda de estupefacientes no surge sólo del espectro de inadaptados o de quienes deben lidiar con la marginalidad, sino también de aquellos que se han incorporado exitosamente a la vida social y al mercado laboral.

 

"¿Por qué las drogas de mayor consumo son, hoy por hoy, las drogas de la productividad? ¿Las que enmascaran el cansancio y el miedo, las que mienten omnipotencia, las que ayudan a rendir más y a ganar más? ¿No se puede leer, en eso, un signo de los tiempos? ¿Será por pura casualidad que hoy parecen cosa de la prehistoria las alucinaciones improductivas del ácido lisérgico, que fue la droga de los años sesenta? ¿Eran otros los desesperados? ¿Eran otras las desesperaciones?" (Eduardo Galeano, "Patas arriba")

 

El uso de estimulantes en hospitales por parte de médicos e internos que soportan jornadas laborales de varios días salta a la luz y es tema de conversación. La familia Grosso de Rosario relata como en el 2009, en el hospital en donde había muerto la abuela, los doctores debían llenar unos papeles de rutina. Las hijas de la difunta, fueron dirigidas a un cuarto en completo desorden donde una mesa desbordaba en frascos y pastillas. Sobre esta, se realizó el certificado de defunción por lo menos cinco veces, pues la empleada a cargo no daba pie con bola ni parecía responder a estímulos básicos, y llenó la planilla con incoherencias y errores disparatados. Describen a la profesional como totalmente “ida” y “fuera de sí”.

Dentro de la flota policial provincial, un desertor admite la sorprendente cantidad de uniformados consumidores de cocaína, por fuera de otras denuncias e investigaciones realizadas por él mismo en su debido momento.

Estos ejemplos se refieren sólo a casos concretos y extremos en el sentido de cargos o puestos de relevancia en la sociedad.

Por otro lado, padres y políticos que crecieron en otras épocas, aún se encuentran convencidos de que en nuestro país, con trabajo, el problema se erradica. Nadie puede negar los beneficios de una actividad alrededor de la cual organizar nuestro día. Sin embargo, la seguridad laboral, la posibilidad de progresar y los proyectos de vida que se generaban antaño entorno de un empleo son prácticamente inexistentes el día de hoy. Por lo menos, así se configura en la mente del joven.

“La participación en la estructura fabril, la pertenencia al sindicato, a las asociaciones barriales, la entrada de los hijos a la escuela, el crecimiento del consumo de libros, diarios y medios de comunicación, la difusión del cine y el teatro, las conquistas sociales alcanzadas en el marco del Estado de Bienestar revelaban la existencia de lazo social, un lazo que no eximía de disputas y de desigualdades pero que ponía de relieve la existencia de filiación, pertenencia o reconocimiento”, explica Silvia Duschatzky y Cristina Corea en su reconocido trabajo “Chicos en Banda” en clara referencia al pasaje de una sociedad formada bajo los estandartes del Estado-nación dónde primaba la formación de ciudadanos con derechos y obligaciones, a una carente de autoridad simbólica, donde la supremacía es usurpada por el mercado y los únicos derechos prevalentes son los derechos y obligaciones del consumidor.

Es decir que no sólo en esta no tan nueva configuración social quedaría afuera un enorme porcentaje de la población, desdibujada en la esfera de la exclusión, sino también que quienes logran adaptarse al orden social deben convivir con otra estafa: la de un mundo de ficciones, apariencias, imágenes y slogans formadores de arquetipos y realidades, un espejo en dónde mirarse y una serie de pasos a seguir para constituirse en sujetos.

No hay ciudadanos, no hay iguales, no hay leyes ni derechos, no hay autoridad simbólica, no hay instituciones, escuelas, ni educación ética ni moral, ni proyecciones a futuro, ni Estado protector. Sólo el deber de poseer para recién entonces comenzar a “ser”. Y únicamente a actividades concernientes volcamos todas nuestras energías y, cosa que debería ser sospechosa, nunca resulta suficiente para sentirnos realizados y satisfechos.

¿Qué hacer una vez que se trabaja? ¿De qué manera se administra el dinero? ¿Cuáles son los proyectos a futuro? Pocos actores sociales e instituciones educadoras hacen hincapié en esto.

Toto, un muchacho que vive en un hostel en el centro, trabaja en una casa de comidas, cocinando y repartiendo a domicilio muchas horas al día. Cuando regresa a la noche se dirige directamente al cuarto donde está el televisor. Allí se queda acostado y dice que es su única forma de dormir. Toto fuma marihuana y toma cocaína. No hace mucho más en el día.

Ni tiene por qué.

Una imagen repetida y concreta que se observa cotidianamente es la del joven que, luego de cumplir con todas sus obligaciones, llega a su casa e inmediatamente se instala frente a la compu o la tele hasta terminar el día. Una acción habitual en muchos adultos, pero que en la adolescencia resulta fatal.

Hoy por hoy, el presente es la única perspectiva visible; y la inestabilidad laboral, colabora en esta creencia. No hay mucho más que hacer, -porque nadie nos obliga ni nadie nos recomienda- además de trabajar para vivir y acumular todo lo que se pueda en casa. El resto del tiempo: entretenimiento, escapismo, fuga…

Pues, no debería sorprendernos escuchar en la actualidad de jóvenes inestables, extraviados, disconformes, descontentos, descentrados, violentos, alcohólicos, descontrolados, inconscientes y suicidas, sin distinción de clases. Pues así como algunos necesitan escaparle a una realidad, que es la de no ser parte de nada, y no tener derecho a nada porque, en efecto, nada es lo que se tiene; otros, los más afortunados, que se encuentran frustrados y confundidos sin saber porqué, deben luchar para escaparle a la incomprensible y profunda sensación de depresión y soledad, a pesar de tenerlo “todo”, como se suele decir.

“El neoliberalismo exige al joven a tener una vida “exitosa”, entendiendo por tal la posibilidad de adquirir bienes materiales, o sea, a ganar dinero y triunfar sobre los otros. Es así que tienen que tener una educación que asegure su futuro, pero hoy día estudiar duro, tener buen rendimiento escolar e incluso graduase en la universidad no garantiza el futuro. La juventud actual tiene más dificultades para integrarse al conjunto social que sus padres y abuelos y la sociedad no ofrece ayuda para aminorar este malestar.” (Domingo Caratozzolo, psicoanalista rosarino).

 

Bruno del Barro

14 de enero de 2011

 

 

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