¿POR QUÉ NADIE LE CREE A MARIE ADLER?

PARADOJAS DE LA COMUNICACIÓN HUMANA 

Análisis de "Inconcebible" (Netflix) desde las ciencias sociales

 

¿Por qué nadie te cree...?

 

Una realidad no vivida por uno mismo, es creíble únicamente cuando nos es relatada de manera creíble. No es una cuestión racional, sino instintiva. No es cuestión de buena o mala predisposición para escuchar, sino de una "correcta" comunicación, de un emisor de una realidad que interiormente debe persuadirnos:

 

-Si la joven que narra su propia vejación no se muestra lo suficientemente dolida por el hecho (lo que cada uno estime acorde a la gravedad del hecho), y si los días posteriores no se muestra lo suficientemente abatida, algunos dudan, involuntariamente, de la realidad del suceso; pues el comportamiento no es el que consideramos, a priori e intuitivamente, el apropiado. Es decir, en este caso, la comunicación verbal (las palabras que cuentan un hecho aberrante, espantoso) no coinciden con la comunicación no verbal (los gestos, el tono, la postura, las acciones de una joven pasiva y apática).

Decir con la boca y no con la cabeza, es lo que presienten los demás.


Una pesadilla "comunicacional" y kafkiana (burocrática, laberíntica, parece que se avanza pero se permanece en el mismo lugar; las palabras y acciones son malinterpretadas o desatendidas): el caso de Marie Adler y su violación es lo opuesto a la negligencia acostumbrada: en apariencia, todos se toman en serio el hecho, excepto la víctima.


Situación intrincada resultante de una comunicación paradójica y patológica, propondría el psicólogo y filósofo Paul Watzlawick en su Teoría de la Comunicación Humana, es la de «Unbelievable» (o «Inconcebible» «Creedme» en español) de Netflix. Un inteligente título en inglés por su doble sentido, uno como típica expresión de sorpresa o indignación (¡increíble!) Y el otro por su sentido literal: algo no-creíble, algo de lo que seriamente se duda de su veracidad.

 

Muchos artículos tratan sobre la calidad de esta serie, que versa en su totalidad sobre un auténtico y enmarañado caso de violaciones seriales, y su mensaje social: las críticas a un sistema que maltrata y desestima a las víctimas.

Pero esta conclusión es limitada, por una cuestión ínfima pero capital:

-La historia es contada desde un narrador omnisciente, y nosotros como espectadores, vemos y conocemos desde el principio toda la verdad de un hecho ya pormenorizado: estamos en la cabeza de la joven, recordamos lo que ella recuerda, sabemos a priori que no miente, empatizamos con ella, nos indignamos con los demás, con su entorno. La separación entre buenos y malos, entre voluntariosos y negligentes nos resulta cristalina. 

El problema son siempre, pues, los otros, y por lo tanto, no habrá autocrítica, o no habrá más crítica que la evidente hacia algunos individuos ineficaces e insensibles de la sociedad. Y que a fin de cuentas es cuestión de buena o mala voluntad a la hora de confiar en el relato de una víctima genérica de violencia de género.

Esto sería un error o por lo menos una interpretación acotada. El atento espectador deberá enfocarse en otros detalles:

-Las personas que acaban por tergiversar, desatender o desestimar a Marie, son personas bienintencionadas y en apariencia atentas y preocupadas, pero, en un sentido amplio, con pocos conocimientos de Psicología (y Comunicación).

Y esto puede comprenderse mejor por las palabras de la protagonista que resume todo lo acaecido:

No importa cuánto diga alguien que le importás, simplemente no resulta cierto, o no lo suficiente. Quizás tengan la intención para eso pero... otras cosas terminan siendo más importantes...

"Porque incluso las buenas personas en las que puedes confiar, si la verdad es inconveniente, si la verdad no encaja, no creen en ella."

Mientras nosotros espectadores sabemos que el hecho de violación fue real porque lo vemos, en cambio, las personas que rodean a la protagonista Marie Adler solo pueden saber de él a través de sus palabras, a través de la Comunicación (que es, básicamente, la forma en que cualquiera de nosotros tiene conocimiento de las realidades ajenas); y aquí comienza el verdadero inconveniente (y el infierno): la comunicación o la trasmisión del suceso por parte de Marie, es lo que una persona corriente, sea o no voluntariosa, percibiría como deficiente. 

 

-La historia del primer capítulo, entonces, no es el hecho de violación en sí –que solo conocemos a través de los flashbacks de la protagonista– sino el ejercicio de comunicar ese hecho a los individuos de una comunidad, es el verdadero meollo del asunto (y digno de una ficción o pesadilla de Kafka o Albert Camus).

La joven Marie Adler, al comenzar el proceso formal y burocrático de denunciar el crimen (un hecho íntimo atroz, humillante, pesadillesco), se ve sometida inmediatamente después de ocurrido, a narrarlo una y otra vez a las autoridades de turno (todos hombres adultos), naturalmente cansada, y sin dormir.

Comienza la primera reconstrucción de los hechos, y sin que nadie tenga en cuenta que

 el proceso de recordar y narrar es vivir un hecho múltiples veces.

 

Por un lado tenemos a Marie, la emisora del mensaje, una joven tímida e introvertida, con un pasado difícil (veremos como esto le juega en contra), que debe por la fuerza de la circunstancia delictiva, pormenorizar su vejación una y otra vez a totales desconocidos, a los agentes policiales de turno en primera instancia. Dice lo primero que le viene a la cabeza del hecho –un hecho en sí mismo confuso, oscuro, indescriptible; las imágenes y las palabras surgen con dificultad,Marie resulta ambigua y genérica: «un hombre entró, me amenazó, hizo "eso" y se fue...», de algún modo quitándose el asunto de encima y sin atender a su cronología (quizá porque la memoria inmediata responde a las impresiones más fuertes que otras, no a su orden o linealidad).

Por el otro lado, las autoridades receptoras del mensaje calculadoras, cerebrales, racionalesestudian sus palabras objetivamente, detectando así incoherencias en el nivel de su significado entre sus diversas declaraciones, pero no tomando esto como la propia naturaleza de un hecho traumático ocurrido a una joven poco comunicativa, sino como inconsistencias que le quitan credibilidad a su relato.

 

Los agentes en la historia real, Jeffrey Mason y Jerry Rittgarn, dijeron sospechar de su testimonio, con base en su aparente tranquilidad

«No había emoción. Era como si estuviera contando que se hizo un sándwich», justificaron.

 

Esto, su impasible comunicación gestual; y su ambigua, variable y desordenada comunicación verbal, además de la poca inteligencia y capacidad interpretativa de las personas que rodean a Marie, que creyendo ayudarla la perjudican, derivó en que las autoridades desecharan su caso y para colmo fuera acusada de falso testimonio, de hacerle perder el tiempo a la justicia.


Aunque en la serie no se documente la infancia de Marie Adler, se alude a ella como esencialmente carente de amor, circulando desde temprana edad por hogares transitorios y centros de asistencia social entre funcionarios del estado y padres adoptivos; por lo cual, puede derivarse de esto un desarrollo deficiente en los vínculos y afectos, y un cuadro de aparente apatía y desapego. Marie Adler aprende a desconfiar en las personas de su entorno, a permanecer en silencio y a depender de sí misma, en su mundo interior.


Esta sintomatología acaba por ser utilizada en su contra, pues todos deducen, desde el sentido común desde la ignorancia que si ella acaba de padecer una situación evidentemente traumática es inaudito –para esta lógica que muestre desinterés o indiferencia al momento de enunciarla; y más aún si consideran, implícitamente, que dependiendo de su declaración el caso puede o no resolverse, y hasta se habla de mala voluntad.

 

Comunicación verbal y no verbal

 Por un lado, reiteramos más concretamente, su comunicación analógica o no verbal es restringida, limitada, como si no sintiera nada, como si su cuerpo no hablara; por el otro, su comunicación digital o verbal, analizada en su nivel semántico o de significado, es también pobre y ambigua y además cambiante cuando debe –a regañadientes, obligada por los adultos– reiterar de principio a fin los hechos, resultando en diversas versiones.

 Respecto a su falta de descripciones y detalles, nadie parece tener en cuenta que cuando se vive un episodio de violencia semejante, es natural no poder pensar en otra cosa que en el miedo y el terror, escapándose, sensorialmente hablando, detalles circunstanciales, como la hora del día, características específicas del agresor, el orden de las acciones, etc. Es más, quizás procure, como mecanismo de defensa, la disociación, enfocarse en cualquier otra cosa que la distancie de la realidad del momento presente, como hace Marie, que se concentra en un portarretrato de ella en la playa (su lugar de paz y felicidad en el mundo).

 

Por esto y por muchas otras razones, es imperativo la atención de una víctima por parte de especialistas en psicología y comportamiento humano, que podrán ver más allá de lo aparente.


Traducir los hechos en palabras parece ser un proceso sencillo y confiable, porque lo hemos automatizado al realizarlo todo el tiempo todos los días desde temprana edad; sin embargo, casi nunca aquello que decimos es puesto seriamente en tela de juicio (por suerte), y si los sucesos cotidianos que contamos debieran ser minuciosamente corroborados, descubriremos que esta traducción, esta extraña alquimia naturalizada de comunicar, es infinitamente más compleja y ambigua de lo que creemos, y que siempre habrá malentendidos, múltiples significados (polisemia) y puntos grises en toda reconstrucción de hechos, cualquiera sean estos.


A estas circunstancias se le suman otras casuales que le restan verosimilitud a su relato, y se relaciona con las expectativas o pensamientos de un hecho ideal o arquetípico de violación, pues fue un caso atípico: el violador no cumplía con los rasgos y conductas habituales de un Violador, y la víctima como ya dijimos tampoco cumplía con las expectativas de comportamiento propias de una Víctima de violación, ambos conceptos estereotipados como resultado de un promedio del total de experiencias subjetivas y del imaginario social.

No hay de qué sorprenderse y tampoco tiene sentido indignarse: desde que nacemos nos abocamos a detectar patrones y predecir situaciones, a encontrar un sentido o lógica a los sucesos de este mundo para adaptarnos y sobrevivir y, sin querer, le exigimos a los demás que se adapten dentro de esta objetividad personalizada.

Entonces, cuando algo no cuadra en nuestras expectativas inconscientes de la realidad objetivada o detectamos contradicciones en las diferentes formas de comunicación como ocurrió en este caso, algo en nosotros sufre una especie de cortocircuito involuntario. Dudamos a pesar no tener intenciones de hacerlo (y a cualquiera le puede pasar por más buena voluntad que exista). A partir de allí, es común buscar y encontrar pruebas o antecedentes que confirmen las propias convicciones al respecto.

Antecedente: acción, dicho o circunstancia que sirve para comprender o valorar hechos posteriores. Pero también, la circunstancia actual, modifica los hechos pasados, retrospectivamente, justificando el presente. Esto es ejemplificado con claridad en la ficción por Albert Camus en su libro El extranjero: cuando el protagonista es enjuiciado por su crimen, alguien recuerda que en el funeral de su propia madre fue visto por todos impasible, inexpresivo, es decir, sin mostrar una pesadumbre o tristeza acorde a las circunstancias, lo cual es asentado aunque no necesariamente en los papeles pero sí influye en la animosidad de quienes lo juzgan como un antecedente negativo

En este caso, una vez puesto en duda sus declaraciones, se atan cabos y se recuerdan sucesos pasados de Marie como chica problemática, como adolescente complicada que intenta llamar la atención, y bajo esta nueva luz pretérita, se interpretan sus inconsistencias actuales.

 

¿Y qué añadir cuando la propia víctima admite que el suceso fue como un sueño, una pesadilla? 

Ella misma percibe su situación como irreal e increíble. 

 

En fin, no hay espoilers aquí, solo algunos análisis de escenas del primer episodio, lo que respecta a las patologías comunicacionales.

La predecible y genérica moraleja es la de “creerle a la víctima de violación”, pero como dijimos al principio, esta es insuficiente, incluso superflua.

La conclusión algo menos evidente es la de dudar, no de los demás, sino de las propias expectativas en el comportamiento humano, que no todos actúan como nosotros creemos que deben actuar en determinado escenario y en determinadas circunstancias. Ya que todos estamos familiarizados con la constante y aberrante patología o vicio en la actualidad, de criticar y juzgar con liviandad pero con mucha seguridad, al prójimo. Cuestionar la vida, la vestimenta, las decisiones, los vínculos de una mujer, para luego interpretar nosotros si es que, de alguna forma u otra, ella no fue lo suficientemente inteligente para no ser víctima de cualquier hecho de violencia.

 De la misma manera se piensa –en abstracto, en puras entelequias– cuando se colocan adrede trabas o impedimentos para la interrupción voluntaria del embarazo: traer un hijo al mundo como algún tipo de mandato objetivo de maternidad o incluso como castigo de un comportamiento supuestamente indebido.

 

Bruno del Barro

28 de septiembre de 2019

 

Con el auxilio de:

-Teoría de la Comunicación Humana. Interacciones, patologías y paradojas (1967), Watzlawick, Jackson, Helmick Beavin

-¿Es real la realidad? Confusión-Desinformación-Comunicación (1976), Paul Watzlawick

-El lenguaje del cambio. Nueva técnica de la comunicación terapéutica (1977), Paul Watzlawick

-Las estructuras elementales de la violencia (2010), Rita Segato

-Arquetipos e inconsciente colectivo (1959), Carl Jung

 


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