"¿Vale la pena ir a la universidad?"

El foro elitista en que se basaron exclusivamente para realizar la nota
El foro elitista en que se basaron exclusivamente para realizar la nota

 

 

El análisis o detrás de escena del artículo “Educación: ¿Vale la pena ir a la universidad? de Luciana Velazquez, para La Nación

 

 

 

 

Tres o cuatro noticias y editoriales solapadamente en contra de la universidad y la educación pública se difundieron en poco tiempo en La Nación y Clarín, en plena crisis edilicia y presupuestaria que docentes y estudiantes sacaron a la luz en soledad respecto a los medios de comunicación que se llaman importantes.

 

Pero una nota destaca ante todas sobremanera. Su nivel de elitismo es más que asombrosa incluso respecto a lo que estamos acostumbrados. Donde las opiniones tomados como fuentes son exclusivamente de multimillonarios, con un título y bajada tan conciso como:

 

“Educación: ¿Vale la pena ir a la universidad?

Muchos expertos consideran que el título es "irrelevante" a la hora de conseguir empleo.”

 

 

La tesis de esta nota se basa en las conclusiones barajadas durante el Foro Internacional de Educación y Competitividad (Global Education & Skills Forum) para referirse al peso del estudio universitario en el mundo actual. Foro que en su página oficial dice convocar a líderes de todo el mundo del sector “público y privado para buscar soluciones en educación, igualdad y empleo para todos”.

 

Entonces la primera pregunta que nos hacemos a nosotros mismos será, ¿por qué La Nación utiliza como fuentes de su tesis sobre la irrelevancia de la universidad casi exclusivamente a personas privadas, y casualmente, multimillonarias?

 

Empecemos desde el principio. El foro trata de encontrar soluciones entre la formación universitaria y por decantación al problema del empleo que el graduado deberá afrontar. Esta cumbre se desarrolló en Dubai, donde los derechos humanos y específicamente el de los trabajadores es cercano a cero. Su primer ministro es el jeque multimillonario Mohamed bin Rashid Al Maktum de cuatro esposas y contando. Su país carece de casi todos los derechos fundamentales y en parte explica la riqueza exponencial de sus habitantes que no deben rendir cuentas a nadie para con las horas y el salario de sus empleados de poca monta. Y dicho sea de paso, el abuso sexual no está condenado, es decir, está permitido porque nadie sufrirá una condena. Pero con una excepción absurda, que casi parece un chiste: la única forma de condenar a un abusador es si éste confiesa por su cuenta el delito; la opinión de la víctima es irrelevante. Imagínence, pues, las consideraciones que puede tener sobre los trabajadores y sobre todo las mujeres el primer ministro del país anfitrión que preside el foro donde se discute el futuro de la educación y el empleo. Y esto es solo el contexto, que el artículo evita.

 

Segundo punto. Este foro que supuestamente trata de la educación en la globalización actual, pública o privada, está organizada y financiada por el filántropo multimillonario Sunny Varkey, casualmente, propietario de la cadena de escuelas privadas más grande del mundo.

 

 

Presidieron el foro el jeque Mohamed bin Rashid Al Maktum y el multimillonario Sunny Varkey, dueño de la cadena de escuelas privadas más grande del mundo.
Presidieron el foro el jeque Mohamed bin Rashid Al Maktum y el multimillonario Sunny Varkey, dueño de la cadena de escuelas privadas más grande del mundo.

 

Tercero. El discurso central de apertura estuvo a cargo del director de Educación y Habilidades de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Andreas Schleicher, quién dijo: "En los últimos años, China ha venido construyendo cerca de una universidad por semana", y subrayó una contradicción: "Mientras los graduados sin empleo están buscando trabajo, los empleadores dicen que no pueden encontrar a la gente con las habilidades que necesitan".

 

Este hombre que La Nación utiliza como fuente, es decir, como palabra autorizada, nos suena a tipo importante por ser director de un barullo de palabras como “educación”, “habilidades”, “cooperación”, “desarrollo”, “economía”, etc. Pero claro, no informa ni induce a preguntarse sobre qué clase de organización es esa. Sólo lanza su nombre grandilocuente rellenado de palabrotas altisonantes. Se trata de una organización de origen e intención elitista conformada por los países del primer mundo que durante muchísimo tiempo fue llamada “el club de los ricos”, que sin embargo dejó ingresar a países de menores ingresos quizá para modificar su fama y sin dejar de imponer las condiciones tradicionales de los países más “importantes”.

 

Pasamos en limpio esta última fuente: Andreas Schleicher, director de (OCDE) Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, conocido mundialmente como “el club de los países ricos”.

 

Cuarto. Otro que, según la nota, “dio buenos argumentos para descreer de la universidad” es Jamie McAuliffe, el presidente de Education for Employement (EFE), que dice dedicarse “a conectar a los jóvenes con sus primeros trabajos en el sector privado en África y Medio Oriente”, eufemismo altruista para algo más siniestro. Aclara que es una “organización no gubernamental”, que subtitulado quiere decir que no paga impuestos.

 

Lo que no especifica ni remotamente es que están hablando de una organización pagada por empresas privadas de EE.UU. para que trabajen en otras empresas privadas (filiales) de Medio Oriente y África. Estas pueden ser, por ejemplo, McDonals o Nike. Entonces nos preguntamos humildemente, ¿qué clase de interés puede tener este hombre en una educación terciaria o universitaria o también en cualquier otro tipo de educación hasta de la más elemental para que los jóvenes sirvan hamburguesas y gaseosas, o cosan zapatillas y pantalones, irregularmente, tercerizados, por un salario ínfimo?

 

Quinto. En el arduo trabajo de desacreditar la educación pública se utiliza también un “informe” de la Reserva Federal (el Banco Central de EE.UU. para darnos una idea) de Nueva York que viene a “apoyar esta visión”: “en Estados Unidos, el 44% de los jóvenes graduados terminarán en trabajos que no requieren título universitario. Los estudiantes universitarios se queman las pestañas en carreras que no necesitarán para el empleo y que sus empleadores no valoran.”

 

Lo que debería informarse sobre la Reserva Federal y nunca se hace menos en aquellos medios, es que se trata de un banco de origen fraudulento y que actúa de manera “independiente” y en “libertad” del gobierno yanqui. Dicho de otro modo, no es más que el banco privado encubierto más grande del mundo formado por los hombres más ricos de la historia, banqueros de gran tradición oscurantista como Rockefeller, Rothschild, J. P. Morgan. En el banco de este último, trabajó en su tiempo Alfonso Prat-Gay, Ministro de Hacienda y Finanzas Públicas, educado, dicho sea de paso, en la Universidad de Pensilvania, ciertamente privada y ubicada en Filadelfia; y en la UCA, Universidad Católica Argentina, universidad privada y confesional católica, cuya sede central se encuentra ubicada en el barrio de Puerto Madero de la Ciudad de Buenos Aires.

 

Por último falta decir que mencionaron a un educador que sí defendía con uñas y dientes la universidad, quizá una triquiñuela literaria de la periodista Luciana Vázquez escritora de esta noticia para demostrar pluralidad de voces, una táctica tradicional en periodismo que da la impresión de moderación e investigación imparcial en la noticia que se desea redactar. Este hombre es Geoffrey Canada, decíamos, el único que defendía la universidad en la nota, docente afroamericano y activista social presidente de Harlem Children's Zone, un proyecto de ayuda social para acompañar a chicos nacidos en sectores vulnerables de New York.

 

El perfil de la responsable de esta nota, Luciana Vázquez, puede encontrarse en el portal de La Nación donde el link nos redirige a sus datos específicos. Las palabras textuales que la describen son: “La autora es periodista y editora. Escribe sobre educación y, especialmente, sobre educación de las élites.”

 

No hace falta aclarar en tiempos posmodernos que pocos son los que leen más allá del título y la bajada. Las minorías leerán, con suerte, la nota entera. Pero pocos o casi ninguno gastará minutos de su tiempo en, por lo menos, googlear los nombres y fuentes que utilizaron de instrumentos para defenestrar la universidad pública en particular, y la educación pública en general.

 

 

 

 

Nota original de La Nación

 

 

 

 

Bruno del Barro

 

19-5-16

 

 

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