LA ESTÉRIL LEY DE MEDIOS         (Ante la dictadura del discernimiento)

La ley de servicios audiovisuales propone el ideal de descentralizar gigantes de la comunicación y repartir los micrófonos entre aquellas voces desoídas por los medios tradicionales y la historia oficial.

No obstante, surgen preguntas dirigidas a quienes se encuentran del otro lado: ¿están dispuestas las orejas a escuchar ideas poco familiares? ¿Alguien se atreve a oír y ver versiones distintas de las que uno desea?

¿Alguien ve TN o 678 (y lo que simbolizan) porque no hay variedad o porque ya lo fueron acostumbrado a tomar partido en una realidad dual, como en el ajedrez, entre blancas o negras?

¿Alguien sabe que entre TN y 678 -y mucho más allá- hay un mundo inexplorado de ideas vírgenes y tierras fértiles para sembrar una nueva comunicación que dichos medios no nos dejan ver con claridad?

 

La burbuja de filtro

 

“Imaginate el peligro de vivir sólo con información con la que estás de acuerdo”, así comienza su artículo el periodista Felipe Álvarez. “Un ejemplo para entender mejor: todos los días entro a Google Noticias para informarme, soy anti K y siempre clickeo en notas anti K. Google analiza estos datos para supuestamente ofrecer resultados e información más precisa la próxima vez que vaya. Por lo tanto, en mi próximo visita en vez de 50% noticias de medios K y la otra mitad de medios anti K, va a haber 70% de medios opositores. Lo que seguramente pasará es que esta tendencia al todavía ser mayor el porcentaje de noticias de una posición se vaya acrecentando aún más provocando una ceguera informativa, y convirtiendo al medio que prometía pluralidad (Internet) en un medio curado por algoritmos que tienen sólo el fin de complacernos con información que queremos escuchar” (1).

A este proceso automático que realizan los buscadores de Internet se le llama la burbuja de filtro (filter bubble), término acuñado por Eli Pariser, especialista en la cuestión que explica en libros y conferencias los peligros reales que subyacen el tema.

Sin embargo, surge otra cuestión, ¿no es éste procesamiento lo que hace instintivamente nuestro discernimiento?: ¿Eliminar a la pasada con todo lo que no se está de acuerdo y acudir a esas fuentes sólo para criticarlas? ¿No tenemos ya incorporados por el aprendizaje y la cultura estos mecanismos con los que cuentan los buscadores de Internet?

Ninguna ley de medios tiene mucha razón de ser (o sólo a medias), mientras nuestra costumbre es la de ver y leer siempre lo mismo; acostumbrados a encontrar lo que ya andábamos buscando. A cultivar una ideología o una cosmovisión del mundo, y adaptar la realidad a ella. Y no al revés.

Alternativa de voces hubo y siempre habrá, pero a nadie le importó demasiado. El Grupo Clarín, aunque se haya adueñado del resto del sistema solar de medios en el cosmos de la información, siempre tuvo razón: el pueblo los eligió. Eso no habla bien de ellos, sino mal de nosotros. Porque tal vez fue por pura holgazanería.

Clarín y otros medios como La Capital, sólo siguieron las reglas básicas del libre mercado y eliminaron competidores (por supuesto, incluyendo tácticas oscurantistas). Pero el hecho concreto es que Clarín apareció en la primera fila de los puestos de diario de todos los puntos del país; y una imagen pintoresca y reveladora que simboliza los acontecimientos de la época, puede ser la de un canillita ambulante agitando su mano en alto pregonando los titulares del susodicho.

Consecuentemente, casi como un proceso natural y espontáneo, estos periódicos -sobre todo uno- invadieron las mesas de los bares y las mesitas de luz. Y así ocurrió luego con las radios y los canales de televisión que respondían a aquel discurso uniforme, correspondiente en ciertos pasajes de la historia con la ideología gubernamental, por sobre todo: la antidemocrática y la neoliberal.

Pero por otro lado, estos dispositivos de poder, ¿son unidireccionales y omnipotentes? ¿Basta con que un medio acapare el mercado; con que le pongan al ciudadano en sus narices una verdad para que este la acepte pasivamente como la única? ¿Tan cómodo y atorrante es el hombre común?

En las 10 estrategias de manipulación de los medios que categorizó Chomsky, la número ocho habla de la necesidad de “estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…” (2).

Es decir, a estar conforme con los conocimientos que se poseen, a percibirlos como suficientes, a creer que el estado de mediocridad es un estado de normalidad.

Puede que en parte sí haya existido algo de conformidad con la información que se ponía en nuestras caras, sobre todo en las épocas de rigor y disciplina, dónde todos los discursos coincidían con el gobierno para establecer una verdad única, sea por afinidad, o lisa y llanamente por métodos represivos e intimidatorios.

Pero al fin y al cabo, se encuentra dentro de la jurisprudencia del espíritu del individuo aceptar estas verdades o puntos de vista.

 

Cambio de Paradigma

 

La democratización informativa depende exclusivamente del Hombre, sobre todo desde el surgimiento de la gigantesca biblioteca invisible que no para de engordar: la Red Informática Global (World Wide Web) y su acceso por computadoras personales. Es prácticamente imposible para un gobierno u otros dispositivos de poder tener el control de ese universo virtual casi infinito de Información que es Internet (aunque las burbujas de filtro amenacen algunas búsquedas), como antaño se ha intentado prohibir y ocultar en épocas de autoritarismo esas fuentes de rebeldía y pensamiento independiente que son los libros, revistas, diarios y canciones.

“La burbuja del filtro puede parecer inofensiva pero realmente es peligrosa. Si cada vez más personas usan herramientas curadas por algoritmos para informarse, veremos una sociedad cada vez más encerrada en su pensamiento, más polarizada y creyendo firmemente que tiene la razón porque toda la información que recibe no hace más que confirmar su punto de vista” (1).

Una ley de medios nada puede hacer contra las corporaciones multinacionales invisibles como Amazon, Google y Facebook y sus complicadas triquiñuelas algorítmicas. La búsqueda de información fiel dependerá, como siempre fue, de nuestra voluntad y no de que el diario habitue (en papel o digital) o programa de radio y televisión sea milagrosamente altruista, desinteresado, imparcial y multifacético en sus noticias e informes.

Actualmente, la información se está trasladando al mundo virtual de algoritmos binarios, dejando atrás la tinta y el papel constante y sonante.

La prensa diaria muere titula el Le Monde Diplomatic de España en 2010. “Decenas de diarios están en quiebra: El país de España, Le Monde en Francia, The Times y The Independent en el Reino Unido, Corriere Della Sera y La Repubblica en Italia, etc.” Todos ellos acumulan fuertes pérdidas económicas, derrumbe de difusión y hundimiento de publicidad.

Rupert Murdock, el magnate norteamericano dueño de News Corp, el poderoso grupo multimedia, pronostica que en el próximo decenio absolutamente todos los diarios dejarán de existir…

Un factor crucial es la crisis económica global dice Le monde, pero que sólo vino a acrecentar los “males estructurales del sector”: mercantilización de la información, adicción a la publicidad, pérdida de la credibilidad, bajón de suscriptores, competencia de la prensa gratuita, envejecimiento de los lectores… (3)

“Medios de comunicación” propiamente dicho, sumado al gigante virtual de Internet, hay millones, y cada cual tenga acceso a la Red Global tiene la posibilidad de crear un blog o página web, es decir, su propio medio de comunicación individual o colectivo y aportar en otros, para compartir lo que quiera cuando quiera y gratis. Por lo tanto, podría haber tantos “medios de comunicación”, o mejor aún, opiniones distintas, tanto como personas tengan Internet. De este modo, se puede distorsionar el clásico paradigma dual comunicacional: emisor (medios) - receptor (audiencia), a otro sin límites claros en que todos sean lo mismo al mismo tiempo.

Pero da la impresión de que para llegar a este estado generalizado de saber, a esta toma de consciencia del poder que realmente posee el individuo y su conjunto (el pueblo), en Argentina todavía falta, por lo menos, una generación.

Aún hoy subsiste la discusión polarizada y mediocre de otros tiempos (retrógradas vs. subversivos; conservadores vs. progresistas; estatales vs. privados; o izquierdas vs. derechas), mutando a la forma de: “Gobierno K versus Clarín”, creada por los mismos medios tradicionales y veteranos, fundados en otro siglo y con otra mentalidad, que aún dominan el universo comunicacional.

 

Si se comienza a tener en cuenta el poder que hoy en día tiene el ciudadano más vulgar y con los medios mínimos, que hace una o dos décadas no poseía, la cosa sería distinta en extremo.

Escuchar voces que siempre estuvieron gritando

 

“Clarín ganó, desde la presidencia de Cristina Fernández, el 70 % más de lo que venía facturando, y desde la promulgación de la ley de medios en el año 2009 un 46% más, con lo cuál se consolida el Grupo” (4).

“Otros medios de escasísima circulación en Argentina (tanto oficialistas como opositores que venden entre dos y cuatro mil ejemplares diarios) se mantienen artificialmente por razones políticas y sus trabajadores sienten que en las nuevas condiciones determinadas por la crisis su trabajo está amenazado” (5).

Digamos que Grupo Clarín es un gigante de las corporaciones privadas, y que un gobierno también tiene el potencial para hacerse gigante a través de su maquinaria estatal. Cada uno dirá lo que le conviene, y es profundamente dudoso, y forma parte de una creencia actual, suponer que entre “ambos” puedan cubrir gran parte de los hechos fundamentales del país, o que escuchando un poco de “las dos campanas” y sus interpretaciones antagónicas, se puede hacer una conclusión decente de las circunstancias vitales del presente, que forjarán luego la Historia Argentina.

“Aunque los ciudadanos del mundo occidental suelen equiparar al mercado con la libertad de opinión, la mano oculta del mercado puede ser un instrumento de control casi tan potente como el puño de hierro del Estado” (6).

Lo que es cierto (e injusto) es que en una sociedad que todavía tiene profundo respeto por los medios tradicionales, unos tengan más supremacía que otros, es decir, ventajas en el mercado, mayor circulación, y una posición exclusiva en la mesa de nuestros bares habituales. ¿Pero esto habla mal de ellos (los medios) o de nosotros (ciudadanos), que en nuestra vagancia y comodidad formamos opinión rápidamente con algunas noticias parciales de los medios que frecuentamos cuando nos sentamos a tomar un café, o nos acostamos a ver televisión?

¿Es suficiente con ampliar la bibliografía de cantina y la grilla de la caja boba para que veamos algo distinto? ¿O somos nosotros también lo que deberíamos esforzarnos en buscar voces alternativas para poder comparar versiones de los hechos, y apretar el esfínter para no largar opiniones y conclusiones apresuradamente?

¿Será que no tenemos tiempo para esto? ¿Será que es más sencillo crear una realidad simple y dicotómica que cuaje en nuestra moral, donde esté perfectamente distinguido el bien y el mal, con unos pocos grises? ¿Será 678 o TN? ¿Serán las corporaciones del liberalismo o las estatales? ¿Será esa la realidad?

Da la impresión de que las lecturas e interpretaciones que se encuentran fuera del marco dual “Gobierno-Clarín” -que no defienden o critican a uno u otro-, son catalogadas de inocuas e intrascendentes. Por ejemplo, llama la atención que Alejandro Dolina en su Venganza Será Terrible luego de dar cátedra durante más de 25 años todas las noche sobre historia, filosofía, mitología, literatura y música, los medios populares sólo hayan hecho eco de sus palabras por una boludez que dijo hace poco sobre Lanata u otras giladas de fútbol. El resto parece haber pasado desapercibido excepto para pequeños círculos de fieles oyentes.

 

Descentralización del espíritu

 

La descentralización del poder está perfecto (aunque hasta ahora las adecuaciones a la ley sólo fueron propuestas de transferencias interfamiliares), pero de nada sirve si no descentralizamos nuestro criterio, y no sometemos bajo exhaustivo rigor nuestras creencias y opiniones. Y se derribe para siempre la cosmovisión dicotómica de la Historia y la actualidad; propio de otras épocas (federales-unitarios, peronismo-radicalismo, capitalismo-comunismo, etc.).

Es interesante que las voces de la comunicación que no poseen espacios, ahora los tengan. Sería interesante también que estas voces no digan lo mismo que todos los medios consagrados ya dicen, porque es costumbre imitar a lo que triunfó popularmente, y también porque faltan ejemplos a seguir.

Ni tampoco se caiga en la inescrupulosidad de los mercaderes de la información que dicen lo que otros quieren escuchar sólo para acaparar públicos o “segmentos de mercado”.

“La misma estructura de los medios de comunicación está diseñada para inducir a la conformidad con respecto a la doctrina establecida. Resulta imposible, durante un lapso de tres minutos entre anuncios, o en setecientas palabras, presentar pensamientos poco familiares o conclusiones sorprendentes con los argumentos y la evidencia necesarios para dotarlos de cierta credibilidad.

La regurgitación de beaterías (artificios y cursilerías) bien aceptadas no se enfrenta con ese problema” (7).

Pero sobre todo, es menester alentar a los ciudadanos “activos” del país, que trabajan y pagan sus impuestos (que son aún la audiencia pasiva del paradigma comunicacional) a flexibilizar sus costumbres para permitirse escuchar cosas con las que no están familiarizados -más aún luego de décadas de ser informados en la parcialidad enmascarada en la objetividad-, a entrar en confianza con las nuevas formas de comunicación -como ya dominan los jóvenes-, y con diarios y revistas alternativos que circulan sin parar de mano en mano pero sin apoyo, sin grandes tiradas, ni mayores éxitos.

“Mi sentimiento personal es que los ciudadanos de las sociedades democráticas deberían emprender un curso de autodefensa intelectual para protegerse de la manipulación y del control...” (7)

Bruno del Barro

22/11/13

 

 

  1. “El problema de la `burbuja del filtro´”, Felipe Álvarez.

  2. “10 Estrategias de Manipulación”, Noam Chomsky.

  3. "La prensa diaria muere”, Ignacio Ramonet (Le monde Diplomatique).

  4. Carlos del Frade, conferencia octubre 2012.

  5. “En quiebra los principales diarios del mundo” (2009), Inés Hayes.

  6. Benjamin Ginsberg, profesor norteamericano de Ciencias Políticas.

  7. “Ilusiones Necesarias”, Noam Chomsky.

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