"Ser, fatalmente, uno mismo". El Borges literato-progresista

Fatalmente le tocó a Borges –así lo declaró–, un destino literario. De este modo en apariencia lateral, también hizo política, afirmaciones políticas. Pero ocurre además que lo político es un discurso, una retórica, una apariencia de política, y para que un dictamen sea tomado como tal por el público en general, debe estar revestido de palabras convencionalmente políticas, ideológicas (de actualidad, concisas, categóricas, memorables, etc.). Lo periodístico o mediático se confunde con lo político.

SABATO SOBRE BORGES
SABATO SOBRE BORGES

 

A Borges le ocurrió lo que a trotamundos, antropólogos, historiadores, filólogos: descubrir que las divisiones entre los hombres son arbitrarias. Y esto ocurre sin injerencias o animosidades políticas o ideológicas a priori; sin embargo, declarar esta arbitrariedad no puede no ser político. Se recuerda de Borges decir que la democracia es un abuso de la estadística, o expresiones mediáticas, fragmentarias, sobre el fútbol y el peronismo, y por tales tópicos y lugares comunes se le recuerda con más facilidad.

 

Sin embargo, está ese otro Borges más difícil –esotérico– y que es el Borges más total o integral, holístico –no fragmentario–, el que recubre todas sus lecturas y escrituras: el que con naturalidad, sin artificios, expuso el encanto –y el misterio– de todas las cosmovisiones de la historia que alcanzó a conocer y admirar (arábicos, persas, semitas, cristianos, gnósticos, panteístas, orientales, paganos, helenos, nórdicos, gauchos y orilleros,…); y aspiró a demostrar que cualquier individuo concreto del mundo podía representar o reconocerse en el resto de humanidad; y que en lo trascendental o importante, nos asemejamos (y solo las coyunturas históricas y culturales –azarosas– nos separan).

 

Este es el sentimiento que ha dejado en la mayoría de sus lectores aplicados –y que alguno de ellos me informe si no fue así–: la literatura de Borges en su conjunto, es un respetuoso y entrañable crisol de filosofías, credos, teologías, cosmovisiones, idiosincrasias; poco o nunca antes visto, que logró de manera casi milagrosa hermanarlas a todas ellas –sin enfrentarlas, jerarquizarlas, tergiversarlas–.

 

¿Qué apelativo o categoría puede dársele a aquellos individuos que sin ser falsarios parecen ser una cosa pero también son otra? (ya bien conocemos a los que se llenan la boca de democracia, libertad y amor a la humanidad y resultan, en otros aspectos, lo opuesto).

 

¿Cómo referirnos, pues, a sujetos de nuestra historia, como Dostoyevski o Chesterton, que explícitamente se caratularon ortodoxos y conservadores, pero que su literatura amplió horizontes y rompió con prejuicios ideológicos, religiosos, políticos? (verbigracia: Dostoyevski, eslavófilo, queriendo exaltar la esencia rusa, indagó en la naturaleza de la psique humana de modo que ciudadanos de todas las naciones y credos se identificaron; Nietzsche, Freud, Arlt, Camus, Sabato, etc. y tantos otros anónimos). Otro fue Jack London; quiso ser un socialista optimista, no logró otra cosa que un individualismo pesimista.

 

“Hay, además, la famosa autonomía de las obras literarias, esa su emancipación de la voluntad e intenciones del autor, y que hace, por ejemplo, de un Balzac, tan subjetivamente reaccionario, un autor objetivamente progresista. Pues bien, algo parecido le ocurrió a Flaubert.” (Miguel Salabert, Prólogo a La Educación Sentimental). Algo parecido le ocurrió a Borges.

 

 De la Psicología obtenemos una respuesta genérica: hay un Yo que construimos racionalmente y es el que deseamos ser o por el cual pretendemos ser juzgados y recordados; y otro Yo que se construye inconscientemente, irracionalmente, a pesar nuestro, mucho más inextricable.

 

Borges intuyó esa posibilidad (“El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”); de un Borges –un Yo– que era como era a pesar de sí mismo…

 

Este Borges también fue político: “Pensé que un hombre puede ser enemigo de otros hombres, de otros momentos de otros hombres, pero no de un país: no de luciérnagas, palabras, jardines, cursos de agua, ponientes.”

 

Y este, sobre dos jóvenes de patrias distintas en guerra (Malvinas): “Les tocó en suerte una época extraña. El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos.

"Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras."

 

Bruno del Barro

19/04/21

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