Medios malcriados

Muchas son las quejas por las mentiras o versiones distorsionadas de medios monopólicos. No obstante lo cual, no parecemos dispuestos a cambiar de canal, en todo sentido. Nuestra función parece ser afirmar o refutar estas informaciones y sobre todo acusaciones políticas que van de un lado a otro, cual farándula chimentera o niños disputándose un trencito.

Nunca se ha tenido el valor de buscar otros informantes, algo más relegados, para conocer otras realidades en la rica variedad de acontecimientos que ocurren en el mundo y la comunidad que habitamos -que algunos sacrificados de la Comunicación investigan a pulmón, como es el caso de Carlos Del Frade y fue el del mártir Rodolfo Walsh-, y al mismo tiempo, ignorar a aquellos gigantes mediáticos inmaduros y monotemáticos que reclaman atención a cualquier precio, como niños que mienten sólo para ser el centro de atención.

La diferencia la hace la voluntad y la pereza; y no el poder que tenga el medio.

Detrás de los escaparates, la televisión, los primeros lugares del puesto del canillita, y la mesa del bar, hay mucho más que dos o tres diarios. Para nombrar algunos medios alternativos, diré Indymedia, El Eslabón, El Ángel de Lata, El Vecino, etc.

Hoy en día los institutos educativos estatales o privados de comunicación y periodismo abundan en eruditos que abiertamente demuestran tendencias progresistas y poseen la libertad de criticar sin escrúpulos monopolios de poder con verdaderos argumentos -antes corría riesgo la vida o el trabajo-, y de enseñar a sus alumnos nuevos métodos y amplias teorías de Comunicación; sin embargo, es paradójico que las tareas asignadas a los alumnos giran igualmente en los tópicos polarizados impuestos por medios dominantes, haciendo hincapié en la afirmación o refutación argumentativa y retórica, de lo mismo que comenta trivialmente el taxista o el recurrente habitante de bares.

No obstante el esfuerzo teórico de criticar o escapar de aquella Agenda, el entrenamiento académico práctico consiste en adiestrar jóvenes para ingresar al mercado laboral mediático que reprochan.

A pesar de la simpatía aparente que genera en los profesionales modernos la existencia de medios independientes que deciden hablar de otra cosa, esto no pasa de una palmadita de hombro. Actitud que parece provenir de aquella simpatía implícita que implica ser progresista, hacia todo lo pobre, humilde e “independiente”.

No importa nuestra ideología, podemos hablar semanas del retiro del Papa, si Chávez sigue vivo, de qué le pasa a Boca, de la salud de Fort, el video hot de Florencia Peña, las declaraciones de Ricardo Darín, o, con el mismo tono académico, de la inflación, del cepo, de la inseguridad; primeramente porque han sido títulos de tapa y segundo por su ambigüedad conceptual, que no requiere exigencias intelectuales para hablar del tema sin ton ni son.

Ellos establecen la Agenda, la lista de temas, y por más que esta nos parezca distorsionada, ridícula o aberrante, no hablamos de otra cosa, y así malcriamos a nuestros Medios. No buscamos alternativas, a pesar del cansancio e indignación.

Poco importa si lejos del epicentro porteño ciudadanos argentinos de comunidades Qom son atropellados, golpeados, mutilados, ahorcados y violados bajo complicidad o acción directa de autoridades nacionales y provinciales. Tampoco las intenciones de corporaciones agroquímicas como Monsanto de convertir la producción agrícola y alimentaria mundial en un gran experimento genético, totalmente dependientes de sus semillas patentadas. Estas cuestiones son más complejas de abordar, pero de cualquier manera son irrelevantes, si no son título de ningún diario importante.

Reclamamos la verdad, pero no buscamos la verdad. Esperamos que milagrosamente los medios de mayor tirada, los que nos avasallan, los que encontramos en la mesa del bar, no nos mientan, y si lo hacen, nuestra rutina será sólo leerlo para subir o bajar el pulgar, en tono de indignación, y compararlo siempre con el diario –o poder- opositor de turno.

Bruno del Barro